Llegué a Terrassa hace tres semanas y no sé por dónde empezar. Bueno, ¿por qué no empezamos por el princípio?
El aeropuerto del terror
El vuelo a Barcelona fue bastante agradable, no hubo mucha gente y esperaba con ilusión los próximos meses en España. Llegué al aeropuerto y la única cosa que tuve que hacer fue encontrar la salida. Parece fácil, ¿no? Bueno, me tomó dos horas y un litro de sudor encontrar a mi tutora Anabel y su novio, quienes estaban esperando para recogerme.
El encuentro social
Unos días después hicimos un almuerzo intercultural. Cada voluntario llevó un plato típico de su país y ya las primeras risas ocurrieron. Especialmente después de unos chupitos de Palinka jaja (que es un licor fuerte de Hungría).

Confinamiento de lujo
Desafortunadamente, poco después nos tuvimos que quedar en casa debido a la COVID-19. Pero mis compañeros de piso y yo aprovechamos la ocasión para mirar películas juntos y probar los diferentes tipos de vino. Esto se acabó cuando recibimos los resultados de la prueba de la COVID-19. ¡Éramos negativos!
Después de la cuarentena tuve ganas de descubrir algo nuevo. Por lo tanto, Dori y yo, fuimos a la playa de la Barceloneta. Nos lo pasamos super bien y pensábamos que no nos faltaba de nada hasta el momento en que un vendedor de mojitos vino jaja

Mi trabajo en FUPAR
No sabía que esperar de mi trabajo en FUPAR, porque nunca había hecho trabajo social. Las experiencias que ya he tenido son super positivas. Pero, ¿qué hago exactamente? Pues, mi compañero y yo trabajamos con personas con discapacidad. Cada día hacemos actividades diferentes como jugar al hockey o leer las noticias. Me siento bastante cómoda en mi grupo y ya empezamos a tener nuestras bromas internas.
Espero con ilusión los próximos meses y aventuras y os informaré sobre las novedades, ¡por supuesto!