“Dime y lo olvido. Enséñame y lo recuerdo. Involucrarme y aprendo.”
Benjamin Franklin
Justo antes de Navidad un grupo de personas decidió irse a kilómetros de casa para vivir una nueva experiencia. Casi 37 personas pasaron del 13 al 21 de diciembre en un recinto cercano a Londres. Este grupo de personas tenía algunas cosas en común, estaban dispuestos a aprender juntos y convertirse en una familia. Pero también había algunas diferencias, como el país de pertenencia (Rumania, Italia, Grecia, España, Lituania y el anfitrión Reino Unido), el idioma, la edad y, por supuesto, la personalidad de cada uno.

Desde el principio se podía notar cómo todo el mundo estaba interesado en conocer gente nueva. Y aunque aprender tantos nombres no es fácil, especialmente los nombres griegos, logramos comunicarnos entre nosotros. Todo esto fue posible gracias a la presencia de los facilitadores, que nos dieron la bienvenida y nos guiaron durante las actividades.
Cada día lo empezábamos haciendo un círculo, en este compartíamos cómo nos sentíamos y exponíamos al grupo cualquier problema logístico que pudiéramos tener. Después de eso, hacíamos un juego rápido para conseguir la energía necesaria para empezar el día y las actividades. De la misma manera que nuestros días empezaban compartiendo como nos sentíamos también lo hacían cuando acaban.
Una vez superado el primer día tocaba meterse de fondo en el tema. Esta vez la temática era migración, así que empezamos haciendo un brainstorm para situarnos. También tuvimos que debatir un dilema moral que nos dio la oportunidad de ir conociendo cómo era cada uno. Otras actividades que hicimos los siguientes días fueron role play o teatro del oprimido, ambos perfectos para poder expresarse de manera más artística y trabajar en el tema a través de la educación informal.
Todo iba sobre la marcha hasta que en el quinto día las actividades iban a ser dirigidas por nosotros, por dos días no iba a haber nadie facilitando el proceso, era nuestra responsabilidad. No todo fue perfecto desde el principio pero empezamos a aprender desde el segundo que nos vimos solos. Para algunos de nosotros fue más difícil, para otros más fácil, pero eso fue lo que lo hizo más interesante. El resultado fue chocante para todos, no necesitábamos a nadie que nos guiase para trabajar conjuntamente y conseguir realizar las tareas asignadas.
Además, nos unió aún más. A parte de las actividades, un buen momento para aprender es en las noches interculturales, donde cada país tiene la oportunidad de mostrar desde una perspectiva personal y directa aspectos interesantes sobre su país.
Como cierre, si tuviera que decir cuál es la parte más difícil diría que es la despedida. Después de tantos días, tanto tiempo, momentos y aprendizajes juntos. Cuesta decirle adiós a la gente.